Entre Hendaya y Cartagena, su Majestad escoja

Decir que la Monarquía en España está pasando por malos momentos a pesar del férreo apoyo de las elites socioeconómicas, políticas y mediáticas del país es una obviedad a estas alturas. Incluso
se habla abiertamente de la necesidad de que el Rey abdique en su hijo y presunto sucesor (al menos mientras no se apruebe una reforma constitucional sobre esto del sexo y la primogenitura que podría perfectamente alterar, si así se dispusiera, el actual status quo) por parte de muchos de los defensores del actual sistema, conscientes de que el grado de deterioro es tal que urge un lavado de cara (y un nuevo Rey bien puede servir para eso, al menos durante unos años, lo que permite usar la estrategia de patada a seguir tan habitual en rugby cuando estás a la defensiva).

Sin embargo, las opciones más sensatas hace tiempo que apuntan a un abanico de opciones más restringido. Conviene empezar a hablar de las más atractivas de entre ellas. A mi juicio, sin duda, estas se reducen a un par: Hendaya, como su tatarabuela o Cartagena, como su abuelo. Aunque también podríamos aceptar cualquier otro puesto fronterizo no empleado en el pasado (Port Bou, La Junquera…), puerto de mar con conexiones internacionales o, en plan moderno, alguno de los muchos aeropuertos que hemos construido estos años. O si quieren, los Borbones se pueden quedar y buscarse un trabajo (en fundaciones varias, consejos de administración y eso) donde sin duda todavía tendrían algo de predicamento aunque hubieran dejado de reinar por eso de que habría todavía muchos que querrían arrimarse a ellos y sus pasados contactos. No es imprescindible que salgan del país si prefieren quedarse. Porque de lo que se trata es de lo otro, de que dejen de reinar. Y de ir explorando la construcción jurídica de una III República española.

Jurídicamente la Monarquía española encarnada en la dinastía Borbón en la cabeza de Juan Carlos I no tiene su origen, como es sabido, en la Constitución ni en el pacto transicional sino en la decisión personal e intransferible de Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la Gracia de Dios, Generalísimo victorioso de la Santa Cruzada y Espada más Limpia de Occidente. En la tesitura de organizar su sucesión en la Jefatura del Estado, y con su vocación por dejar todo atado y bien atado, hizo aprobar (al modo en que se aprobaban las leyes en esos gloriosos tiempos) una norma sobre la Sucesión en la Jefatura del Estado y posteriormente determinó que su sucesor habría de ser el Príncipe Juan Carlos de Borbón, que ejercería esas funciones con el título de Rey (lo cual no dejaba de ser una degradación por comparación con el de Caudillo, mucho más lustroso, a qué negarlo). La continuidad jurídica respecto del franquismo que en no pocos ámbitos nuestro ordenamiento jurídico ha preservado (véanse las dificultades para revisar las condenas judiciales de la época recaídas según el Derecho vigente del momento, pues lo consideramos a todos los efectos legítimo y a nuestras instituciones, sucesoras de aquellas) tiene en la continuidad de la institución monárquica y la persona que el propio Franco designó como jefe del Estado su más paradigmático ejemplo. Si en 1939, por ejemplo, España decidió romper abruptamente con su pasado jurídico y hacer tabula rasa, con los enormes problemas de adecuación que en muchos campos eso conlleva (incluso en el Derecho privado como el Derecho de familia, por ejemplo, con líos enormes en matrimonios, herencias y demás), de modo que el régimen nacido de la Guerra Civil nada tenía de continuación del que nos trajo la Constitución de 1931, el proceso iniciado con la Ley para la Reforma Política y posterior elaboración de un texto constitucional que cristalizaría en la Constitución de 1978 es un voluntario ejercicio de transformación sobre la base de lo existente… a lo que se le reconoce toda la legitimidad (excepto en casos de contradicciones abiertas con algunas normas en materia de derechos traídas por la democracia y esencialmente con efectos hacia el futuro, no hacia el pasado).

La Constitución de 1978, en este estado de cosas, como no podía ser de otra manera, consagró la Monarquía (re)instaurada por Franco (apenas un par de países hacen algo semejante en todo el siglo XX, de entre los que sólo queda España a estas alturas como Monarquía pues eso de la Monarquía parlamentaria constitucional es una cosa más del siglo XIX). Junto con sus muchas virtudes, que no viene a cuento glosar pues son de todos conocidas y publicitadas muy habitualmente, el nuevo régimen jurídico de que se dota España, democrático, respetuoso formalmente de toda una serie de derechos y libertades, lleva aparejado también la asunción de los Borbones. En el referéndum constitucional los españoles votaron (y digo «votaron» porque yo, como todos los menores de 52 años, no voté ni he podido votar nunca al respecto) un pack cerrado en que, junto a esas esperanzas de democratización, aparecía una Monarquía constitucional, al menos, sobrellevable. Se votó como se votó y la Monarquía que nos impuso el Dictador pasaba a gozar de una indudable legitimidad democrática. Probablemente estuvo bien hecho y no había manera de hacerlo mejor. O no. Ni idea. En cualquier caso, no es ése el tema. No estamos en 1978 sino en 2012.

Desde entonces hemos tenido una Monarquía parlamentaria, casi unánimemente juzgada como muy satisfactoria pero que, en realidad, ha ido mostrando (y ahora, al fin, parece que hay mucha gente que tiene ganas de empezar a hablar de ello) todos y cada uno de los defectos de un sistema como ese:

– Problemas éticos y estéticos: Eso de que todos somos iguales ante la ley no se compadece nada bien con el desempeño de cargos públicos (y prebendas asociadas, incluyendo a una extensa parentela) por criterios de bragueta, lo que socava la misma esencia de la democracia, de la participación de todos en condiciones de igualdad en los asuntos públicos y ese tipo de cosas que, se supone, son muy importantes y base de todo el cotarro. Eso de que haya unos señores irresponsables en muchos sentidos pero también en el jurídico no se ajusta nada bien a los postulados del Estado de Derecho. La importancia de que desde la más alta autoridad del Estado se contradiga de forma patente el ideario moral y político de una sociedad y de un sistema político es enorme. Y se filtra de muchas maneras al resto del ordenamiento…

– La irresponsabilidad jurídica y política acaba llevando a la irresponsabilidad por ausencia de controles sobre quienes mandan. Por mucho que formalmente «reinen pero no gobiernen», como nos repiten siempre para tranquilizarnos. Una «tranquilidad» paradójica, pues a la vez que nos hablan de cuán importante es el Rey y qué bien desempeña sus labores nos dicen, por otro lado, que no, que no son nada. Obviamente, la verdad es que el ejercicio y despliegue de poderes informales y de mediación es (o puede ser) importante y que las labores representativas también lo son. En un Estado democrático de Derecho es obvio que éstas, como cualesquiera otras, funciones han de ser ejercidas por personas responsables de sus actos y seleccionadas de acuerdo con los criterios de mérito y capacidad o de representatividad política propios de una sociedad madura y adulta.

– La naturaleza de la institución monárquica, además, lleva de suyo la mezcla de cuestiones públicas con privadas. ¡Como no iba a pasar si se trata de regular el acceso a cargos vitalicios por cuestiones de bragueta y reproductivas! Como consecuencia de ello la relación de la familia y parentela que rodea la institución es conflictiva y siempre liminar con el Estado. Y claro, es inevitable que en ciertas situaciones se «confundan» los papeles en beneficio de la familia… o de la persona. Esto abarca a las propiedad, a las funciones, al propio Estado y sus acciones… (aquí un ejemplo de libro, expuesto y explicado por boca de un insigne miembro de nuestra familia real). Las finanzas del Rey y de su familia; sus cada vez menos opacas gestiones como intermediario de todo tipo, para toda suerte de negocios y en beneficio de muy diversos personajes; las funciones de conseguidores o de comisionistas realizadas por muchos de los que lo han rodeado (amigos, consejeros, familiares…) cuando no por el propio Monarca… constituyen un espectáculo muy poco edificante pero inevitable si se tiene una Monarquía. Espectáculo por el que, además, acaban pagando, muchas veces penas de cárcel (y de eso hemos tenido y tiene pinta que tendremos en el futuro ya varios ejemplos) todos menos el máximo responsable, por acción u omisión. Algo, por cierto, que tampoco es nada edificante.

– Únase a ello una especial protección y perímetro de seguridad respecto de nuestra Monarquía, cuidadosamente erigido jurídicamente (incluso al recientemente anunciada Ley de Transparencia exime a la Casa Real de toda necesidad de cumplimiento en su redacción actual, así, con toda la tranquilidad del mundo, en 2012, como si tal cosa) que afecta a múltiples parcelas, garantizando una ventajista opacidad sobre todo o casi todo lo que se entiende que es mejor que no se vea, muy especialmente los números y cualquier información sobre lo que cuesta todo esto de verdad… o a qué se dedican, en realidad, los miembros de la Real Casa.

– Al socaire de la institución y de esta peculiar manera de organizar la Jefatura del Estado se destila un sistema de castas por definición muy poco meritocrático donde, a imitación de lo que ocurre en esas «altas esferas», lo importante son la cuna, el nacimiento, los contactos y el comportamiento lacayuno. Un credo que se filtra a nuestra clase política y a nuestra elite empresarial (por llamarla de alguna manera), pues en realidad ésta última vive también casi en exclusiva, en todo o en gran parte, del sector público y del aprovechamiento de toda suerte de sectores regulados e intensamente intervenidos. Unas castas dirigentes que imitan en irresponsabilidad al Monarca (aunque no lo sean jurídicamente) y que comparten gustos, preparación, formas de medrar y relacionarse… y una concepción de lo que somos el resto de los españoles muy parecida (chusma que no merece el más mínimo respeto). Las reacciones a los recientes acontecimientos que han afectado a la Monarquía de la práctica totalidad de los partidos políticos y periodistas de la Villa y Corte («hablaremos con el Rey», «lo que le diga al Rey se lo digo en privado», «el Rey sabe lo que se hace», «conozco al Rey y sólo piensa en España», «el Rey sabe cuándo se equivoca porque es una persona que quien lo ha tratado sabe muy humano»…) son un ejemplo de libro de esta actitud: una Monarquía presume que los ciudadanos, súbditos, son menores de edad y que a ellos, en consecuencia, no se les ha de informar de nada ni se les ha de hacer partícipes de las decisiones verdaderamente relevantes. Eso es, precisamente, lo que hacen explícitamente nuestros políticos imbuidos del espíritu monárquico que todo lo contamina, también conocido como «espíritu de Pyonyang». Consideran, y lo traslucen sin el menor rubor, que las cosas públicas, la política, son asuntos «de mayores» que a los menores de edad no se nos han de hacer demasiado presentes, no nos vayamos a traumatizar.

– Por último, y recordando a Popper, no está de más analizar los enormes costes de largar a esta gente, Monarca y toda la recua que lo acompaña, en caso de incompetencia, vesania, venalidad o simplemente porque nos caigan mal y no nos fiemos de ellos, que es motivo más que suficiente para que nos deseemos librar de un gobernante. Todo el chiringuito democrático tiene la gracia de que, para bien o para mal, los responsables políticos han de rendir cuentas. Si son un desastre pueden ser largados cada cuatro o cinco años. De estos señores, en cambio, no hay manera de librarse ni con agua caliente. 35 años lleva el Borbón cometiendo tropelías de todo tipo, de desmán en desmán, más o menos conocidos por casi todos y no hay manera, siquiera, de que se hable de ello. Sólo en circunstancias muy determinadas como las actuales (una crisis económica brutal, unos medios de comunicación que ya no tienen el control absoluto de la agenda informativa gracias a Internet y unos comportamiento especialmente torpes por su impresentabilidad estética) combinadas y muy difíciles de recrear han permitido que se empiece a discutir el desempeño del Borbón. ¿Imaginamos lo que es necesario, en términos de degradación, para que de aquí se pase a hablar en serio de una República? Precisamente por esta razón no hay que hacer el más mínimo caso a quienes dicen eso de «esto ahora no toca, con la que está cayendo». ¡Si precisamente sólo por la que está cayendo es concebible que el tema se pueda plantear dado que, por definición, tienen un sistema de blindaje que les hace inmunes a la crítica y a la posibilidad de sustitución!

Las razones para desear librarnos de esta plaga que nos legó el Caudillo son, pues, numerosas. No vale la pena ni entrar a valorar, por demás, los argumentos de todo a 100 habitualmente empleados en defensa de la institución monárquica que pueden resumirse en «Vivan las caenas» y «te pego por tu bien porque tú no sabes de esto» : ya saben, eso de que si se vota puede salir cualquiera de presidente de la república y tal… (¡pues claro que sí, precisamente de eso se trata) o el tema del coste (¡como si la broma nos estuviera saliendo barata y, sobre todo, como si el tema del coste fuera esencial frente al ejercicio de la libertad individual y de los derechos de participación política!) o mi favorito, ese que nos dice que la Monarquía sirve para tejer relaciones especialmente fructíferas con el resto de naciones (a la vista está que esas relaciones tienden a ser tanto mejores con quienes pagan buenas cacerías mientras no suelen ir tan bien con gobiernos que pueden afectar gravemente a intereses de empresas españolas). Porque frente a cualquier razón que se pueda oponer no hay dudas de que estamos ante una anomalía histórica, impresentable en términos democráticos, gravemente disfuncional por cuanto genera más problemas (y estos son muchos) de los que resuelve (que sinceramente creo que no es, a estas alturas, casi ninguno). Además, no es un tema de personas. Estructuralmente los incentivos de un modelo monárquico son por definición los que son y acaban derivando en conductas como las que vamos conociendo. Quizás Juan Carlos de Borbón es muy buen tipo y eso, pero es imposible que tras décadas de nadar en esas aguas no esté contaminadísimo de tics, costumbres, actitudes y compañías dudosos. Como lo estaría cualquiera. Como lo estará el siguiente. Como lo está el Rey de Marruecos, o lo estaba Gadafi o cualquier sujeto que manda sin responsabilidad, sin rendir cuentas, en la opacidad del compadreo con unas elites blindadas.

Los españoles nos merecemos una democracia y un Estado de Derecho normales, como los de otros países de Europa, sin castas poderosas ni Reyes que nos traten como a menores de edad. Por lo demás, la evidencia caerá, inevitablemente, con el tiempo, por su propio peso. Lo que ocurre es que los blindajes de que hablábamos protegen a la institución y alargan siempre, por definición, las agonías. Llevamos 35 años largos ya de tromboflebitis tratada por el equipo médico habitual. Hay que empezar a trabajar, también jurídicamente, para evitar que nos queden otros 35 por delante.



25 comentarios en Entre Hendaya y Cartagena, su Majestad escoja
  1. 1

    Sí, básicamente.
    Especial mención para lo que señalas de que por primera vez en 35 años se tambalea (no mucho, pero lo suficiente como para poder buscar un resquicio por donde conseguir acabar dándoles la patada a estos parásitos).
    Por eso, toda la pléyade de tontulianos y todas las portadas y editoriales del régimen están en los últimos tiempos en una ofensiva brutal de defensa a ultranza (valga la redundancia) del Campechano y entorno. Cuando se acerca el fin, cuando se siente que se acerca el fin, los esfuerzos por evitarlo son mucho mayores, sobrehumanos diría yo.

    Comentario escrito por labuelo — 18 de abril de 2012 a las 8:37 pm

  2. 2

    No deja de ser curioso estos días como ciertos elementos de la «Brunete Mediática a.k.a. Cultura de la Transición Power Balance» defienden la necesidad de un cambio profundo en el modelo del Jefe de Estado…¡que se limita a cambiar un Borbón por otro!

    ¿No les parece que en los últimos meses se está tratando con demasiada benevolencia a «Felipito» (y a su familia en particular), como si fuera el «ungido» que nos salvará de todos los males? Claro esta que con la parentela que te rodea (unos cuñados de aupa, unas hermanas que son unas jetas de cuidado, una madre de vueltas de todo y un padre en plan «universitario viaje al ecuador a Punta Cana», esto es «desatao»), a que poquito que no abras mucho la boca pareces el bueno de la pelicula.

    Supongo que están somatizándonos para el nuevo cambio…y que conste que a mi el «Felipito» me parece un tipejo harto sospechoso.

    Comentario escrito por Garganta Profunda — 18 de abril de 2012 a las 10:10 pm

  3. 3

    Nah, levanta el animo, que queda ya poco para un nuevo amanecer.

    Como dices, la sociedad española no es la misma ni de lejos y de unos años a esta parte el grado de exigencia se ha disparado. Hoy se habla de ley electoral, de organización territorial, de indignados contra mercados, de borbones ladrones…

    No fiaría yo tan largo el final de la CT.

    Comentario escrito por David — 18 de abril de 2012 a las 10:15 pm

  4. 4

    Estoy con David. Aquí, con respecto a este tema, yo tengo la sensación de que el sentir mayoritario, por mucho que se diga, siempre fue muy pragmático. Somos monárquicos porque para qué revolver nada mientras «éstos no molesten». Ahora, si empiezan a molestar…

    Comentario escrito por varo — 19 de abril de 2012 a las 6:44 am

  5. 5

    Uh, uh, que viene, que viene…

    Andrés, sí a todo. Tengo una pequeña duda, ¿qué coño hacen los suecos? ¿Por qué toleran monarquías los nórdicos? ¿Hay diferencia o es simple apego a cosas viejas, como el polvo en los bares de Francia?

    Comentario escrito por CusCus — 19 de abril de 2012 a las 7:41 am

  6. 6

    David, una cosa es que la sociedad española hable (cosa saludable y que desde luego se agradece) y otra que se ponga de acuerdo en algo. Abundan ejemplos de situaciones en que los ciudadanos están de acuerdo en algo y las élites lo bloquean.

    Y en España además tenemos una manía centenaria por la «Estabilidad», que acaba esclerotizada, provocando revoluciones que nos llevan a una nueva Estabilidad: con Isabel II (la Campechana de su época) y su camarilla de militares hubo que montar una revolución para cambiar las cosas, tras el Sexenio Democrático volvemos a la Estabilidad con la Regencia y el turnismo descarado, que sobrevivirán al Desastre del 98, pero que nos llevarán a Primo de Rivera y a la Guerra Civil. Y vuelta a una nueva Estabilidad, en la que seguimos ahora pues sobrevivió a la Transición y al cambio de Timonel. La diferencia es que ahora la sociedad ha envejecido, hay más personas mayores, y las revoluciones no se hacen con jubilados (de hecho la Mafia Gris es el principal sostén del PPSOE, y de ahí que las pensiones nunca, nunca, nunca bajen).

    Puede que algún día tengamos un sistema lo bastante estable para no tener miedo cada día al levantarnos, y lo bastante flexible como para no tener que liarnos la manta a la cabeza para reformarlo, pero ¿llegaremos a verlo nosotros?

    Comentario escrito por Regularizado — 19 de abril de 2012 a las 8:11 am

  7. 7

    CusCus, no soy yo quien tiene que responder, pero quizás la diferencia resida en que al de Suecia no lo puso Paquita la Culona. Eso sí, en el fondo es la misma institución desfasada y anti-democrática.

    Comentario escrito por gottlieb — 19 de abril de 2012 a las 8:29 am

  8. 8

    Ni costes ni nada. Cambiemos el título de Rajoy por «Presidente de la República» y el de Soraya por «Primera ministra». Contratemos un embajador volante y reemplacemos la palabra «real» de todo documento público por «oficial». Listo, a partir de mañana tendremos «Decretos oficiales» y III República. De paso nos ahorramos unos 15-20 millones de € anuales.

    Comentario escrito por CV — 19 de abril de 2012 a las 8:41 am

  9. 9

    A mi eso de Doña Sofía hablando de la «reacción visceral» que le produce ver a un presidente de la República en «su casa» me recuerda a un amigo griego que tengo en Barcelona que cada vez que oye «Doña Sofía de Grecia» se suelta un «que demonios de Grecia, si les corrimos de alli a gorrazos!»

    Si esta visto que uno no se libra de esta gente, tienen mas agarre que una garrapata.

    Comentario escrito por Latro — 19 de abril de 2012 a las 9:00 am

  10. 10

    Oficial Madrid, Club de Fútbol. Suena raro.

    CV, lo que es complicadete es definir cuáles son las competencias del primer ministro y cuáles las del presidente de la república, si ambos son la misma persona, si se eligen a la vez, tienen la misma duración de mandato… En esto deberíamos de trabajar.

    Por cierto, en 1999 los australianos votaron en referéndum si querían seguir siendo una monarquía (Isa II) o querían ser una república. Ganó la monarquía. Los republicanos se apuñalaron entre ellos por desavinencias en el modo de elección del presidente.

    Comentario escrito por CusCus — 19 de abril de 2012 a las 10:23 am

  11. 11

    Don Andrés permítame una ovación en pie por el artículo, es la mejor y más convincente exosición de ideas a favor de la república que he leído. Hasta ahora yo era de los que prefería monarquía nórdica a república bananera pero cada día estoy más convencido que el rey es un obstáculo para que el país levante cabeza.

    Hablando de griegos, hace años conocí a una griega en Madrid que tenía la teoría de que toda la diplomacia y saber estar de los Borbones le venía de la reina, que tenía muy bien aprendida la lección de lo que pasó en Grecia y que por eso no dejaba que el marido o los hijos cometieran tonterías.

    Comentario escrito por emigrante — 19 de abril de 2012 a las 12:00 pm

  12. 12

    Excelente artículo,sublime, esto si que se merece más de 10 min. de aplausos ininterrumpidos.
    Por cierto,tirando de hemeroteca para recordar viejas hazañas del borbón (ahora que esta en el candelero) y sus «amistades peligrosas»…
    http://www.elconfidencial.com/cache/2007/09/27/6_carlos_manuel_prado_colon_carvajal_enrique_bacigalupo.html

    Comentario escrito por CharlyJohn — 19 de abril de 2012 a las 2:13 pm

  13. 13

    No se si atreverme a hablar con tanto fervor republicano, pero tengo que reconocer que soy de las que piensan que con la que está cayendo, me da miedo pedir ahora el cambio… los conflictos se desatan en un momento y soy muy miedosa en ese sentido. ¿no crees que el cambio podría no ser pacífico?

    Comentario escrito por Carmen R — 19 de abril de 2012 a las 4:59 pm

  14. 14

    Entiendo que a la Casa Real no le interesa la República, pero me hago eco de las palabras de un conocido blogger:

    Es democrático que los cargos de Estado se hereden por derecho de sangre?

    Os dejo el link por si os interesa:
    http://lasuertesonriealosaudaces.blogspot.es/1225478640/

    Y eso de que haberles dado los españoles un cheque en blanco de modo que hagan lo que hagan no pasa nada, me parece que es una imprudencia, porque recordemos que a todos los demás cargos los podemos remover en las urnas de modo que cada cuatro añs los revisamos y los renovamos en nuestra confianza o si nos fallan ponemos otros, pero en este caso si no nos gusta o no nosparece bien lo que haga no podemos hacer nada…

    Pero somos tontos o somos tontos los españoles?

    Comentario escrito por Mar Gómez — 19 de abril de 2012 a las 5:13 pm

  15. 15

    Se puede decir más alto pero no más claro.

    Comentario escrito por desempleado — 20 de abril de 2012 a las 7:42 am

  16. 16

    Carmen, puede ser traumático sí. Todo cambio lo es. Cuanto más se pudra la economía,, más sentido de urgencia en el cambio y más extremismos. Por tanto, mejor cuanto antes.

    Comentario escrito por CusCus — 20 de abril de 2012 a las 7:43 am

  17. 17

    La obra del Caudillo permanece vigente a través de las generaciones. Por eso duró tanto.

    Comentario escrito por Joan Amenós Álamo — 20 de abril de 2012 a las 8:26 am

  18. 18

    Lo que nos falta es un proyecto serio para la III República, porque todo el republicanismo que me he encontrado hasta ahora no es más que nostalgia de la segunda. No veo razones para repetir un proyecto que fracasó (o lo hicieron fracasar). Con eso evitaríamos también la guerra de símbolos, cuando a Carrillo se le criticaba que hubiera aceptado la bandera monárquica dijo que también era la bandera de la I República. Necesita la tercera necsariamente la tricolor y el himno de Riego?, puede haber una república con chunta-chunta y rojigualda (aunque sin escudo)?

    Comentario escrito por emigrante — 20 de abril de 2012 a las 11:11 am

  19. 19

    Pues el muy monárquico el Pais te calificaría de estrambótico (a quien critica y no al criticado y sus actitudes, con un par), periodista amarillista, populista y teatral dramaturgo, mas preocupado por lo accesorio que por lo verdaderamente importante. Lo único que lamento de haber cancelado mi suscripción tras el editorial del pasado marzo es no poder cancelarla ahora por el de esta semana.

    Y es que parecen olvidar que en un mundo podrido y sin etica, a la gente decente solo nos queda la estetica, como decía el Makinavaja. Y todo lo de esta familia es profundamente anti estético. Por no hablar de la etica.

    Comentario escrito por Llamadme Israel — 20 de abril de 2012 a las 4:14 pm

  20. 20

    Bravo por lo escrito.

    NB: Sobran tropocientas comas.

    Comentario escrito por mismendas — 21 de abril de 2012 a las 11:37 am

  21. 21

    emigrante
    A mi entender no se trata de proyecto de III república,si no del restablecimiento de la II,no por una cuestión de nostalgia,si no por un acto de mera justicia democrática.
    La II república fué un proyecto muy valiente y avanzado para aquella época,tanto en lo social en lo democrático,cultural etc,para un país sumido en el oscurantismo,analfabetismo y el retraso social y no es que no funcionara,yo más bien diría que no la dejaron funcionar,asesinándola mediante un golpe de estado y posterior dictadura.Respecto a la «rojigualda»mi oponión personal es que es una concesión política que se le hizo al franquismo desde la CT, (al igual que el nombramiento del rey),aparte de unos pequeños guiños al proyecto republicano,(el escudo es el mismo que el que lucía la tricolor en el 31 a excepción de la corona),por lo tanto veo incompatible que un símbolo como la rojigualda, tan cargado de simbolismo fascista-franquista,y fuertemente patrimonializada por dicho fascismo,(sobre todo desde el año 36 hasta nuestra época)deba representar un proyecto democrático como el republicano,que debe mostrar como echo diferencial, aparte de políticas sociales más democraticas y participativas ,también un símbolo distinto como lo fué en su dia la tricolor.

    Comentario escrito por CharlyJohn — 21 de abril de 2012 a las 1:45 pm

  22. 22

    Bravo por el articulista. Importante es que hay que diseñar bien en lo jurídico la III República. Tomemos el ejemplo de la constitución de la República Federal de Alemania, redactada bajo la sombra de los generales britanos, franceses y americanos. De carácter unitario pero profundamente federal, por el objetivo de las potencias de ocupación de dividir y controlar mejor el país por los equilibrios de fuerzas.
    En nuestra piel de toro tenemos que tener cuidado, porque hay muchas fuerzas de la reacción deseando asentar más aún sus privilegios, por si no quedasen satisfechos de lo que está ocurriendo y del nuevo contrato social que está construyéndose a pasos agigantados (en la mejor línea de la ‘doctrina del shock’ teorizada por la Sra. Klein). Y hay mucho cantamañanas indocumentado que desea pescar en río revuelto. Habría que hacer un encaje de bolillos jurídico para impedir una república caudillista con personajes como Bono o Aznar en la prsidencia, para forzar una ley electoral que hiciese imposible las mayorías absolutas (exacto, como la alemana), para bloquear las tentaciones centrífugas y centrípetas satisfaciendo a todos sin perder el sentido común. Tarea harto difícil.
    No nos olvidemos de que las crisis como la actual acaban en conflictos armados. La Corona está perdiendo una de sus principales justificaciones: mantener la cohesión del país y controlar el ejército en favor de la democracia. Afortunadamente el búnker golpista ya es muy pequeño, y no van a saltar los generales a defender el artículo 2 por vía del 8.1. Pero el búnker mediático cada día es más poderoso, y podíamos fijarnos en el ejemplo yugoslavo, que todos eran muy cultos y alfabetizados y todo eso, y al final acabaron a tiros.
    ¡Viva la República! Pero construyamos una buena república, no un churro que acabe con un Führer presidiéndola.

    Comentario escrito por Baturrico — 22 de abril de 2012 a las 11:11 pm

  23. 23

    Muchas gracias, como siempre, a todos por los comentarios.

    Como dice Garganta hay una operación Principito en marcha muy evidente y, probablemente, tendrá éxito. Otra cosa es cómo vayan a sucederse los acontecimientos después, una vez Felipe sea coronado. Aquí, como dicen David o Varo, estamos asistiendo a un agotamiento clamoroso de la Cultura de la Transición y en cualquier momento se pueden seguir acumulando circunstancias que obliguen a una voladura de la institución.

    Obviamente, como dice Carmen, existe siempre el riesgo de que ello produzca tensiones. Cambiar las cosas siempre genera momentos de tensión. Y supone perder la seguridad del «más vale malo conocido…». Ahora bien, no parece que a estas alturas sea muy arriesgado plantear el cambio de modelo. Entre otras cosas, esta convicción es una de las cosas que da alas (y dará) al republicanismo. ¡Si la gran ventaja de la Monarquía son los supuestos costes y riesgos asociados al cambio eso significa que le queda poco de vida porque tendría que ofrecer algo más!

    Y, como decís muchos, hay una diferencia entre otras monarquías, las nórdicas, y la nuestra: quién puso al Monarca, la de años que llevan (que les hace, quieras que no, ser parte del paisaje, como el polvo ese de los bares que decía Cus Cus), la transparencia con la que son escrutadas y, muy especialmente, que no parece que tengan esta desagradable tendencia de nuestros Reyes de hacer política y negocios asociados a la política con total impunidad.

    Estoy muy de acuerdo con quienes decís que hay que empezar a trabajar, con propuestas y planteamientos concretos, en cómo sería la construcción política, social, económica y jurídica de esa III República que es cada día más urgente. Obviamente, no vale la II República porque estamos en 2012. Pero hay que coger todo lo que de bueno tuvo, como todo lo que de bueno ha tenido el régimen de 1978, así como ejemplos comparados y una bien elaborada respuesta a las necesidades actuales. El clima social que vivimos obliga a buscar soluciones a los problemas concretos, urgentes y acuciantes pero también acabará, tarde o temprando, forzando a que hagamos «reformas estructurales» también en nuestra forma de Estado.

    PS: Mismendas, siento lo de las comas. Me temo que los juristas escribrimos un poco así y que, a estas alturas, es casi un estilo. Pero intentaré aplicarme en el futuro y reducir la cantidad de comas. Gracias.

    Comentario escrito por Andrés Boix Palop — 23 de abril de 2012 a las 8:36 am

  24. 24

    En general, estoy de acuerdo con cuanto dices, aunque en algunos puntos sigo otro razonamiento. Curiosamente, hoy y ayer también he publicado un texto con la misma temática en mi blog (mañana añadiré el corolario). Creo que al final será inevitable la implantación de la III República, porque cada vez menos españoles apoyan la corona (ya un poquitín menos de la mitad, según el barómetro del CIS de octubre); entre tanto, me temo que todavía soy de los que se decantan por el mal menor (¡el peso de la costumbre es terrible! ¿o debería decir el peso de los yugos? …hummmm …)
    http://elantrodelasaranas.blogspot.com.es/2012/04/el-elefante-en-el-salon-necesita-espana.html

    Comentario escrito por Andrés C. M. Riveira — 25 de abril de 2012 a las 7:39 am

  25. 25

    Yo diria que el comentario de David es muy acertado, la sociedad ahora es mucho mas exigente, y tambien, siempre ha sido pragmatica, creo que mas que por conviccion era por comodidad y sencillez, mientras no moleste, funcione, o resulte ventajoso, pues se deja, porque en su momento fue util, pero ahora parece que ya se empieza a ver como algo anacronico y sin sentido.

    Habra que ver adonde llegamos…

    Reformas en Hendaya

    Comentario escrito por JMMaria — 02 de mayo de 2012 a las 1:19 pm

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